La desinformación aumentó enfermedades emocionales
- Galo Mero Demera
- 30 ene 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 1 feb 2021

Cuando María Fernanda vio la foto de los cadáveres amontonados no pudo evitar llorar.
Ella no reparó en la veracidad de la difusión y, más asustada que triste, de inmediato la compartió en su muro de Facebook.
Con eso procuraba alertar a sus familiares y amigos de su red social sobre lo que estaba pasando en Guayaquil, Ecuador con la Covid 19.
Solo meses después, cuando, afectada por el desborde de información relacionada a la pandemia, requirió ayuda profesional, se enteró que era mentira.
Como ella miles de personas en Ecuador resultaron con dolencias emocionales debido a la gran cantidad de publicaciones falsas y manipuladas sobre el nuevo virus.
Fotos y videos de cadáveres en plenas calles de Guayaquil o en containers de hospitales y cementerios a los que habían que hacer nichos de emergencia, eran los peores
“La pandemia esta desbordado y el gobierno no hace nada”, fueron las frases más utilizadas por los emisores de esas publicaciones.
Lo lograron. Su objetivo era causar un rechazo total al Gobierno, sin embargo, el efecto colateral no fue medido.
María Fernanda y muchos más no soportaron esa realidad y su salud emocional se afecto. Cayeron en miedos, ansiedad e insomnio.

El Psiquiatra Robert Loor, informó que ese fenómeno se nota. Antes atendía a 30 pacientes al mes, pero ahora suma 40 en el mismo período.
Explicó que la emisión de teorías conspirativas, o síntomas inexistentes del nuevo virus y hasta las formas de contagiarse, causó pánico.
Luego dijo eso derivó en enfermedades emocionales, pues no todo pudieron procesar bien ese panorama.
El mal manejo de las informaciones en la crisis causó una infodemia es decir, un desborde de malas informaciones que agravó la situación
Aquello es parte de la nueva realidad de la comunicación, donde los usuarios de redes sociales tienen la posibilidad de aportar información.
Lamentablemente ahora todos quieren compartir información pero no nos detenemos a revisar su veracidad. Aún no somos rigurosos y en ocasiones lo hacemos o caemos de manera inocente, en este error que aún no se puede controlar en el mundo digital.
Lo más grave es que en muchas ocasiones detrás de quienes difundían tantas informaciones falsas había grupos de desinformadores cuyo objetivo fortalecer sus agendas políticas.
Es por eso que es importante recomendar a todos los usuarios de redes sociales que sean un poco más analíticos o simplemente mejores observadores.
Así antes de opinar o compartir un dato, evaluar si en realidad eso pude ser tan verdad como parece.
Otro dato importante es tratar de conocer a quien emite esa información, si es alguien de confianza o si se trata de algún anónimo.
Un tip para no caer en las redes de los pescadores de víctimas de bulo, es que antes de compartir, comprobar esa noticias en los medios de comunicación tradicionales, donde hay filtros. Revisar dos o tres medios, eso ayuda mucho.
También se puede ir hasta las páginas oficiales de la persona involucrada o de la institución que supuestamente tiene incidencia en esa noticia.
De esa manera podemos ir ordenando todo el descontrolado tránsito de información que por ahora circula en esta gran autopista de la información
Los comunicadores y ciudadanos tenemos la responsabilidad de ser más rigurosos con lo que difundimos, sino damos un remedio que es peor que la enfermedad
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